No eres sino viento (redacción propia)

No eres sino viento. 



Eres el silencio que hilvana las palabras.
La luz mortecina del atardecer, lánguida en el tiempo.
Eres el linóleo imperturbable sobre el que resuenan las pisadas de la vida.

La soga de un ahorcado que pende de sus pecados, el reloj de cuco roto en una habitación desolada. El cúmulo de principios y opiniones que se desmoronan en el vacío, los juncos de madera fusionados en la erosión.


El ritmo pulsátil de un corazón que se adhiere a la vida con aleteos febriles, el hilo zarandeado por el vendaval que se alza con una verticalidad formidable.
Eres la aguja del pasado que enhebra el presente.
El futuro incierto y vertiginoso. La lucha enloquecida entre los instintos y el entendimiento.
Eres un suelo surcado de grietas que abren las puertas del fuero interno. El reflejo engañoso de un espejo empañado.
El crepitar de una hoguera que va apagándose y es humo.

Sólo eso. Viento.

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